dimarts, 11 de novembre del 2008

El primer presidente del mundo

Gustará más o menos, causará el más absoluto de los escepticismos en unos, o simbolizará el nuevo Mesías para los otros; Obama significa seguro algo nuevo. Hay algo en su biografía, que enlazado con las reacciones de euforia en todo el mundo por su elección como nuevo presidente de EE.UU., nos revela algo profundamente novedoso que conviene pararse a reflexionar. Si hasta ahora nos preguntábamos por el mundo global, por la trascendencia del conjunto de intercambios culturales y económicos entre todos los pueblos de la tierra, y hasta por la necesidad de articular instituciones a nivel planetario que regulen estas relaciones (y más ahora que queremos coordinar la respuesta global a la crisis financiera); estos días algo se nos ha adelantado. Por primera vez en la historia, hay una figura que puede ser considerada como el presidente de todo el planeta, cosa que podemos afirmar a tenor de la legitimidad mundial que le ha sido dada en todos los rincones de éste, más allá de que sólo fuera votado por los estadounidenses.

Precisamente un producto de esta globalización –sin eso, sería imposible-, Barack Obama, hijo de negro de Kenia y blanca de Kansas, infancia entre Indonesia y Hawai, y un claro ejemplo de ascensor social; se convierte en el primer presidente global. ¿Cómo explicar sino que el mayor mitin de Obama fuera en Alemania y acogiera unas 200.000 personas? ¿Cómo entender las expectativas desencadenadas a lo ancho y largo del globo que, sin duda, no podrán ser todas cumplidas por el hecho de ser contradictorias? La respuesta es sencilla: Obama puede representarnos a cualquiera en este mundo post-postmoderno. Obama es mestizo, ha vivido en sus carnes la mezcla cultural, tiene relación directa o indirecta con tres continentes (ha vivido en dos), y con las dos religiones más importantes del mundo (aunque es profundamente cristiano, eso sí), se ha codeado y conoce bien todas las clases sociales, y ha logrado entrar de lleno en la nueva era de Internet llegando a masas de jóvenes de distintas extracciones sociales mediante las nuevas tecnologías.

Decía un columnista de La Vanguardia que Europa adoraba a Obama porque no era visto como un norteamericano y puede ser cierto, aunque también lo es que una mayoría de europeos odian a Bush. Otro columnista del mismo rotativo indicaba que los escépticos no entienden que la importancia de la elección de Obama no es sólo lo que pueda hacer en el futuro, sino en si misma. Su elección como presidente de la primera potencia de EE.UU. es trascendental per se pero aún lo es más su condición de presidente de todos. En las anteriores elecciones americanas, bromeábamos a menudo sobre que los estadounidenses deberían permitirnos a los demás votar a su presidente por la importancia que tenían los EE.UU. en el conjunto. Pues bien, justo ahora cuando se les empieza a cuestionar ese papel de primera potencia, aparece un hombre que parece el menos americano de los americanos (falso, en EE.UU. todos son inmigrantes) y que, aunque no lo hayamos votado directamente, parece haber sido elegido por todos los habitantes de los cinco continentes. ¿O alguien cree que si en España hubiéramos podido votar al presidente americano, un hubiéramos escogido a Obama? O aún peor, ¿es posible imaginar que pasaría si nos obligaran a elegir entre ZP y Obama? Mejor no pensarlo.

Por todo ello, el mundo ha elegido a su primer presidente antes de que pudiera hacerlo. Quizá es el momento de plantearse, ahora que estamos en época de cambio (o crisis, que etimológicamente es lo mismo), como gestionar el mundo global de todos y para todos. Obama no será la solución. En todo caso, sólo es el principio.